Dicen que después de la tormenta, se
sucede la calma. Pero yo sólo veo histeria y llanto incontenible. Hoy solo
encuentro un cuarto vacío y húmedo.
Ya no tengo los pies tan fríos ni las
ganas tan verdaderas.
Fumar dos cigarrillos seguidos y
quererte solo para mí, son cosas que te enseñé, pero nunca aprendí. (Y hacen
mal, muy mal)
Sentado en la estación con tus aguas
cítricas (que nunca me gustaron) me sacas una foto junto a un edificio tan de
mentira como nosotros, y me repetís “es algo con lo que tenemos que aprender a
convivir”.
Resulta que estoy cansada de
aprenderte, de escribirte en poemas que nunca lees, de llenarte la piel de
dedos y esperar los besos que suelen llegarnos tarde.
Siempre te mentí (y esto es una
confesión) porque quería creer ese cuento que escribimos donde no nos enamorábamos
nunca. Y ahora empiezo a debatirme entre relato y poesía.
Ya no entiendo lo que digo, pero aún
así, sigo planeando nuestro aterrizaje en esa ciudad que te conté, me
encantaría vivir.
Es probable que nunca pierda la
costumbre de temblar si te abrazo y de enojarme si una cerveza no es la mejor
opción. También es probable que nunca vuelvas a creerme una sola palabra, y no
te culpo, hace mucho tiempo dejamos de hacerlo. Lo único que creemos es lo que
hacemos sin hablar, o escribir, o pensar.
Ya nos regalamos demasiadas horas, ya
lamimos demasiadas veces nuestras miserias (y son tantas), nos convertimos en
socios de todas estas pantallas.
Se terminaron los amores, el tiempo,
las drogas y las palabras.
Basta de hoteles baratos, de sabor a
tabaco, de semen urgente, de calles golpeadas, basta de enredar las piernas y
confundirnos los jueves a la madrugada.
Insight es la palabra técnica.
Un jueves para darnos cuenta que
existíamos.
Un jueves para darnos cuenta que éramos
un poema infinito.
No me vuelvas a hablar de amor.
El amor es para la gente real.
Vos y yo somos de carne y de ilusión.
No tuvimos miedo.
Y no tendremos nunca (jamás)
un corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario