miércoles, 22 de agosto de 2012

El hombre de las cavernas me escribió un poema.


Siempre se muerde las uñas (mal) y se friega los ojos sin miedo a que se le corra el maquillaje. (No usa).
Se envuelve en ropa rara. Pocas veces alegre. Sus sentimientos más puros, nunca caminan con nadie. No se viste elegante. Usa zapatillas 36.
Tienen un piercing en la lengua que muerde cada tanto para que no se le escapen las palabras. Porque a veces tropieza con el pasado, pero siempre logra cruzar la calle a tiempo.
No cuenta (casi) nada. Emite y recibe sus propios mensajes. Pocos admiran (realmente) sus palabras. Mira con los ojos perdidos en la pantalla de un teléfono (se estará escribiendo a ella misma?)
No escucha historias infantiles que no sean contadas por niños. (“Siempre preferí a los niños” me confesó sin pudor).
Cuando se levanta no habla. Solo se cubre los ojos de los primeros puñales del sol.
Se estira como gata.
Antes de acostarse le cuesta parar. Y escribe todo lo que está a su alcance. Con o sin lápices.
Segundo día en mi cama.
Y en el cuadro que dice “CAFEÍNA” justo atrás de la puerta, ella dibujo un corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario